domingo, 23 de febrero de 2014

ANDY WARHOL sigue muy vivo

Ayer, 22 de febrero, se cumplían 27 años de la muerte de la gran superstar del arte contemporáneo. Andy Warhol dejaba corporalmente este mundo. Pero el paso del tiempo me puede dar la razón cuando afirmo que está más vivo que nunca. Studio54 cerró, la Factory puso fin a su creación de estrellas y el pop, el trash y el underground ya no son lo que eran. Pero queda el resplandor, una imagen difusa que sigue intentando no apagarse. Mucho se ha dicho sobre Andy, aunque nunca es demasiado. Como no podía ser de otra forma, hoy le quiero rendir mi pequeño homenaje. Así que voy a intentar recrear algo que he llamado “mis primeros contactos con Warhol”.

Supongo que Él ha estado siempre rondando por mi vida. Aunque alguien no sepa de arte –y mucho menos de arte contemporáneo– hay determinados artistas y obras que conoce sin darse cuenta. Se ha banalizado tanto la obra de arte que cualquiera puede tener un llavero de Frida Kahlo o un carro de la compra con un Mondrian. El caso warholiano –adoro esta palabra– es similar. ¿Cuántas adolescentes decorarán sus habitaciones con una burda copia de las serigrafías de Marilyn Monroe? ¿O cuántos “alternativos” llorarían la muerte de Lou Reed sin saber que fue Warhol el que lo hizo posible? Es uno de esos artistas que ha invadido el globo terráqueo desde que puso un pie en él y muchas veces pasa desapercibido.

Así que, sin mucha idea sobre quién era Warhol, diría que ya lo conocía de siempre. De hecho, no me recuerdo antes de sumergirme en su universo. La primera vez que me puse ante una obra suya fue alrededor del año 2011, cuando mi gusto artístico rompía las barreras del academicismo. Me topé con Él en la entrada de una exposición del CaixaForum llamada L’efecte del cine. Ante mí se estaba reproduciendo Sleep, la grabación de 5 horas de John Giorno, uno de sus amantes, mientras dormía. Un primer contacto bastante peculiar.


Posteriormente, un día en clase de Historia del Arte –algo que detesto por ser una estúpida forma de entender el arte– , recuerdo que se nos descuartizó la conocidísma serigrafía de la Campbell’s Soup. Me pareció una forma tan burda de hablar sobre la obra que decidí empezar a investigar por mi cuenta. Y aquí el universo warholiano se desbordó. No es una crítica al consumismo, no es una imagen de la sociedad americana, no es un ensalzamiento del capitalismo, no hay un trabajo filosófico ni estético detrás, no hay reflexión, no hay debate. Es una maldita lata de sopa reproducida en cientos de lienzos, muchas de las cuales ni tan siquiera llegó a hacer Él. Se han dedicado a vendernos una gran mentira. Para conocer a Warhol tan sólo hace falta tomar sus entrevistas o Mi filosofía de A a B y de B a A. Es hablando con Él como se conoce al verdadero Andy Warhol.

Andy Warhol
Campbell's Soup
1969
Está claro que le interesaba el arte, puede que mucho más que a algunos que lo defienden a capa y espada, y le encantaba lo que hacía porque si no, no lo hubiera hecho nunca. Pero sus motivaciones eran tan infinitas que reducirlas a la serigrafía y, encima, dotar a esta de algún pensamiento, es destripar a Warhol. No se le puede entender sin el maravilloso trabajo que hizo produciendo a la Velvet Underground o la terrible amistad que tenía con Deborah Harry. Revolucionó el mundo del cine cuando paseó a Joe Dallesandro por la ciudad de Nueva York durante hora y media de puro sexo. Fue, junto con John Waters, el hombre capaz de dar visibilidad al mundo de las travestis. Sólo hay que pararse a pensar en Divine o en Candy Darling. Y al mismo tiempo abría las puertas de la androgínia fotografiando a Grace Jones. Y, más retorcido aún, vanagloriaba a la mujer teniendo al lado a su amada Edie Sedgwick. Era un no parar de producir objetos de arte. 
Andy Warhol y Divine en el Studio54 de Nueva York.
Hace muy pocos días saltaba la noticia: Andy Warhol había sido el artista más vendido en las subastas de 2013, llegando a una recaudación de 367,4 millones de dólares, superando a su gran amigo y gran artista Basquiat. Se me intentó censurar cuando le llamé estafador. Pero qué otro nombre podríamos darle a alguien que sigue amasando una fortuna inmensa, después de muerto, con algunas obras que ni siquiera Él hizo. Siento que tengo un contacto tan grande porque he investigado tantísimo que asumo la potestad de llamarle estafador sin sentirme mal. ¡No es algo negativo! ¡27 años de su muerte y aún sigue triunfando! Es una estrella inextinguible.

Quizás me dedico a ensalzarlo por encima de lo que hizo. Pero soy incapaz de controlarme cuando me hizo temblar al ponerme ante el Mao de la Hamburger Bahnhof de Berlín. La emoción se desborda ante algo que aparentemente está vacío de toda significación. Pero está lleno de Él. Si hay un Olimpo de artistas, creo que Warhol prefirió no entrar y quedarse en los alrededores, con los marginados, los rechazados, los yonquis del arte. Una vez le preguntaron sobre la muerte, tema que le horrorizaba, y contestó: “la idea no es vivir para siempre, sino crear algo que lo haga”. Bueno, está claro que lo hizo.

Yo extasiado junto al Mao de Warhol.
Charlie W.


Para aquellos y aquellas que quieran seguir investigando sobre la vida y obra de Warhol, les recomiendo tres libros que han sido, para mí, fundamentales:
Goldsmith, Kenneth (ed.); Andy Warhol. Entrevistas. Barcelona: Blackie Books, 2010.
Hickey, Dave (ed.); Andy Warhol. “GIANT”size. Hong Kong: Phaidon, 2011.
Warhol, Andy; Mi filosofía de A a B y de B a A. España: Tusquets, 1998.
Y, por supuesto, no dejéis de escuchar la música de la Velvet Underground y ved las películas que produjo para Paul Morrissey.

domingo, 16 de febrero de 2014

El eterno debate entre el Kitsch y el Camp

¡Basta ya! Me enerva soberanamente el libre uso que se le lleva dando al término kitsch en los últimos años. Está más que claro que vivimos en el mundo de la desinformación y lo único que hace la sociedad es emponzoñar más la cultura cuando ya hace tiempo que le ha dado la espalda. Últimamente, digo que yo no soy médico y por ello no hablo de medicina. Pero como sí tengo una mínima idea de lo que es el arte, puedo atreverme a aclarar qué es lo que mal llaman Kitsch.

Partiendo de una base historicista –cosa que odio pero que me veo forzado a ejecutar– lo kitsch nace en Europa a lo largo de la era industrial, sobretodo hacia finales del siglo XIX. Los campesinos que se trasladaron a las ciudades empezaron a adquirir tiempo libre gracias, o no, a la jornada laboral. Y decidieron que debían disfrutar del ocio al que únicamente se había dedicado la gente de bien, los burgueses. Fue en esta necesidad de rellenar horas cuando la cultura empezó a degradarse. No critico al pueblo que pedía divertirse, pero su poca y reciente alfabetización provocaron que el arte se masificara, vaciándose de contenido y dedicándose al consumo.

Maxfield Parrish
The Dinky-Bird
1904
Por lo tanto, el Kitsch nace en una sociedad llana que busca colocarse al nivel de la clase alta pero sin tener que pasar por una educación artística. Surgen, pues, múltiples pintores que se dedican a mecanizar su obra para acercarla al pueblo y hacérsela comprensible. Además, los llamados “nuevos ricos” contribuyeron en potenciar este arte desprovisto de espíritu. Vaya, si nos remitimos al posible término iniciático, etwas verkitschen, viene a decir algo así como “sentimentalización”. De lo que se encargaba era de suprimir cualquier elemento profundo de la obra para transmutarlo en una simpleza comprensible. Como afirmaría Greenberg, era mucho más sencillo acceder a lo que Repin ilustraba con sus personajes a descubrir la espiritualidad de Picasso. El Kitsch se crea específicamente para ser kitsch. 


¿De dónde viene, entonces, todo aquello que llaman kitsch y no lo es? Del mismo pueblo que no era capaz de comprender un arte que iba más allá de la imagen. Con ese avance del consumismo y esa cultura de masas imperante, el término kitsch se banalizó –si no era ya banal en su nacimiento– y se empezó a denominar kitsch a todo aquello que a la sociedad le era apetecible. Desde las estampas de Alphonse Mucha a la música pop, pasando por el cine de John Waters, se ha pretendido meter años de cultura popular en el mismo saco kitsch, sin ser kitsch nada de lo que he nombrado.

Como muy bien definiría Susan Sontag, aquello que desprende por si sólo un aura de cultura popular y no nace, como el Kitsch, con esa pretensión, es el olvidado Camp. Ese es el término que se ha confundido y destruido. El Camp nace a raíz del objeto en sí. Mientras que Maxfield Parrish hacía un arte kitsch para que la sociedad comprendiera y aceptara su obra, Félicien Rops, terrible simbolista, no tenía ni idea de que su obra podría ser denominada como Camp cien años después de su creación.

Lámpara Tiffany
En una enumeración de elementos que configura la propia Susan Sontag, considero que hay uno que puede hacer más entendible este hecho: las lámparas Tiffany. La casa de joyería más preciada de los Estados Unidos se dedicó a elaborar unas lámparas refinadas y muy trabajadas a las que sólo podía acceder una clase adinerada. Y su imagen se ha vuelto tan popular que cualquiera puede adorar una de estas lámparas y querer llevársela a casa. Por eso pertenecen a lo Camp, porque acaban siendo parte de la cultura popular, pero no nacen en ella. Si las lámparas Tiffany fueran kitsch, como se las ha considerado junto a miles de cosas, los nuevos ciudadanos las podrían haber adquirido tiradas de precio en cualquier tienda de cualquier país europeo.

Myra Breckinridge, el teatro de Oscar Wilde, los flamencos rosas de jardín, Star Wars, la muerte de Laura Palmer, el toro de Osborne, una travesti, la Piedad de Bouguereau, Lola Flores, los vídeos virales de Youtube, Alaska haciendo de Bruja Avería, una camiseta de la Mona Lisa o la furgoneta Volkswagen. Absolutamente todo ello forma parte de lo Camp. Desprende por sí solo una esencia que nos llama, que en la pura imagen de ello ya sabemos que puede pertenecer a nosotros y que somos capaces de hacerlo nuestro.


Elizabeth Taylor en Cleopatra
Así pues, el único punto donde podríamos confundir el Kitsch con el Camp es en el artificio, en el efecto inmediato que provocan en el espectador, en esa forma fácil y sintética en la que nos llega, en lo predigerido. Pero, sin olvidar, que el Kitsch se crea para ello y el Camp surge solo. Su nexo se encuentra en el amor a lo exagerado.  Por tanto, ni el Kitsch es el Camp ni el Camp es el Kitsch, pero los dos podrían ser Elizabeth Taylor.







Charlie W.

domingo, 9 de febrero de 2014

El arte “no figurativo” es una mentira

Perdónenme los puritanos pero el arte “no figurativo” no existe. O, como mínimo, es una mentira que nos llevan vendiendo desde principios del siglo XX. No seré yo el que intente tirar al traste años de teoría del arte, ni mucho menos. Pero creo que si vamos al complicado mundo de la palabra podremos ver que mi idea no es tan descabellada.

Con el fervor del cambio de siglo –entre el 1890 y el 1910, aunque cabe la posibilidad de ir adelante y atrás– y sus correspondientes revoluciones de tipo cultural, social y tecnológico, Europa se dio cuenta de que algo pasaba. Los artistas llevaban décadas impresionados con ellos mismos y con lo que les envolvía y parecía que por fin rompían los moldes del academicismo imperante desde el Renacimiento. No se les ocurrió otra cosa que liarse la manta a la cabeza y decidir innovar, cada uno por su cuenta, para dar lugar a nuevas formas de mirar el arte. Es, seguramente, una de las mejores decisiones de los habitantes de Occidente.

Al pensar en estas primeras vanguardias me llega una sensación de desenfreno que no tiene nada que envidiar a la experimentación y el cambio de tercio artístico iniciado en los sesenta. Vaya, que estamos muy acostumbrados a que las revoluciones sean a gran escala y no sabemos admirar lo que suponía un cambio en el mundo del arte de estas magnitudes en aquel entonces.

Así pues, encontramos varios grupos, que en esencia eran muy reducidos, de personas que tenían algo que mostrar. Me atrevería a decir que no hablaban de temas novedosos pero sí que lo hacían con un lenguaje distinto, que no evolucionado. Y poco a poco fueron desdibujando aquello de lo que queremos hablar hoy: lo figurativo. Por no extendernos en una linealidad cargante, digamos que los fovistas y los primeros expresionistas se encargaron de dar lugar a que los que llegaran tras ellos perdieran el objeto.

¿Y quienes fueron estos? Por dar un nombre, Kandinsky. Sería tan sólo uno de los que de 1910 en adelante se dedicaría a reelaborar la idea de qué es el arte. Y fue muy osado al decir que había llegado a la abstracción absoluta, a lo no figurativo, a desprenderse de la naturaleza, a entrar en contacto con el cosmos. Puede que este último par de cosas, en mayor o menor medida, llegara a hacerlas. Pero lo no figurativo, como la abstracción, es tan sólo una mentira. Mentira o término no adecuado. Porque la pintura no puede ser abstracta. Por lo menos en este mundo concebido por nosotros. 

Wassily Kandinsky
Composición VIII
1923
Si vamos al concepto de abstracción, estaremos más cerca de comprenderlo. Este alude a la mente y al espíritu. Abstraerse es un acto, una forma que el humano tiene de separarse de sí para llegar a la idea. Es un momento de salida y de unión con ese todo del que habla Kandinsky. Así que puede que esto llegara a hacerlo. Creo al artista ruso cuando introduce el concepto de espíritu en el arte. Pero, por el hecho de que las ideas a las que llega están en un plano distinto al natural –entendido como aquello que está en la Naturaleza– no soy capaz de aceptar el término “no figurativo”. Círculos, triángulos, manchas, líneas, un lienzo cubierto de pintura o incluso un lienzo impoluto. Todo lo que llega a partir de él y que hasta ahora hemos considerado como abstracto tiene un fallo de lenguaje. En nuestro mundo representado, en el que nosotros vivimos, encontramos los mismos actores que habitan estos cuadros.

Yves Klein
California (IKB 69)
1961
Representación. La representación es aquella forma que Kandinsky, Mondrian, Malévich y decenas de artistas tienen de traernos esa idea abstracta. Por eso sigue sin ser la Verdad lo que en un cuadro nos presenta. No lo puede ser. Nunca. El arte es arte. Ni es naturaleza, ni es idea. Es representación. No es cierto el neoplasticismo pero tampoco lo es el realismo. Miento. Son ciertos, cada uno en su lugar, natural o abstracto. Pero dentro del lienzo siguen siendo representación.

Por si se echa en falta a alguien en este recorrido, he querido dejarlo para este punto. Picasso. Él podría ser el punto que nos conectara entre eso que llamarían la destrucción del objeto y la llegada a la abstracción. Pero es que él ya sabía que lo “no figurativo” era una mentira. En uno de sus escritos publicado en Cahiers d’Arts aseguraría que «tampoco existe un arte “figurado” ni “no figurado”. Todo se nos aparece en forma de “figuras”. Hasta las ideas metafísicas se expresan mediante “figuras” simbólicas.»

Alex Pallí
Pixelled smashed forms
2013
Ahí lo tenemos. Es una concepción errónea de la palabra “figuración”. Con esto no pretendo ser yo el que inicie una campaña de renovación ni del arte ni del lenguaje. Faltaría menos. Pero sí estaría bien que mantuviéramos la abstracción, como movimiento artístico, en aquella etapa que le pertenece y no saquemos a pasear el concepto como algo todavía vivo. Soy totalmente partidario de la acción de abstraerse. Pero, en cuanto al arte atañe, habiendo visto la confusión o el mal uso del término, no creo conveniente que, a día de hoy, sigamos considerando que el arte abstracto es algo presente. Y mucho menos que nos creamos capaces de crearlo y que pueda ser vendido por un par de billetes en una tienda de decoración de barrio.




Charlie W.

domingo, 2 de febrero de 2014

La búsqueda del genio

Al hablar de genio en un ambiente cultural popular, con frecuencia se tiende a asociarlo a un personaje de la mitología semítica. El yinn, en árabe, es un ser capaz de tomar la forma de los seres vivos que le rodean además de poseer psíquicamente a los humanos. El concepto tiende más a percibirse como un cuento que a entenderse como una representación de algo que va más allá. De hecho, su paso evolutivo por la historia lo ha acabado convirtiendo en un ente capaz de conceder deseos, algo que se aleja de esa influencia mental sobre el hombre. Es decir, se ha desdibujado la capacidad de control del yinn sobre lo humano.

Caravaggio
San Mateo y el ángel (Primera versión)
1602
Si, en cambio, analizamos el genius latino, vemos que éste es un ser protector otorgado a los humanos en su nacimiento. Y ya sabemos que los romanos inventaron muchas cosas pero en lo que a mitología se refiere fueron muy buenos copistas. Así que el genius es, en realidad, una adaptación del daimon griego, una concepción muy teísta que recoge gran cantidad de acepciones. En lo que al sentido de genio se refiere, nos interesa esa idea del daimon como un ser de conexión entre lo divino y lo terrenal. Lo que nos lleva a pensar directamente en que daimon y genius serían absorbidos, entre otros muchos, por la tradición católica para dar lugar a los ángeles.







Así pues, yinn, daimon y genius son, por tanto, seres encargados de adentrarse en la mente humana para ejercer un control sobre ella. Tienen esa capacidad de traer algo del más allá al más acá. Son un límite, una frontera. Pero también son un hilo que unifica. Por ello podemos decir que los que son tocados por estos seres son dotados por el genio. Por alguna razón, su espíritu es capaz de gozar de ello.

Dejando atrás el mito y llegando hasta el logos, es decir, pasando de lo puramente popular a una facción filosófica –a pesar de que no siempre van separados ambos mundos–, Kant, el hablador del genio, diría sobre él que «es la capacidad espiritual innata (ingenium) mediante la cual la naturaleza da la regla al arte». Volvemos a encontrarnos con aquel genius que llega al humano en el momento de nacer. Kant comprende al genio como una figura que goza de un espíritu distinto al corriente. El genio es, pues, un ser posiblemente superior. Para los más puritanos, llamémosle distinto. Pero éste es capaz de ejecutar su capacidad casi divina sin reglas determinadas, sin cánones establecidos, como si tras él –o sobre él, o a su lado– alguien dictara cada una de sus acciones. El genio kantiano es incapaz de transmitir lo que posee a otros pero, al mismo tiempo, permite ser una fuente de inspiración.

Salvador Dalí junto al
Cristo de San Juan de la Cruz
En el arte contemporáneo, que es de lo que supuestamente aquí se viene a hablar, el genio tiene un nombre: Salvador Dalí. En él se unifica el ideario que hemos ido viendo. Es, porque sigue siendo y porque ni él mismo creía en su propia muerte, aquel que parece haber sido tocado por un ente divino para ejecutar su arte. No estoy diciendo que artistas como Velázquez o Vermeer, a los que el propio Dalí idolatraba, sean inferiores a él. A lo que me refiero es que hay algo en el surrealista, unas propiedades, un yo, que le dan esa potestad de genio. No es simplemente qué y cómo pinta sino también el proceso interno anterior a pintar. Hay algo que le dice qué debe hacer. Y puede que lo más sorprendente sea comprender que se dicta a sí mismo. Si lo que hemos entendido hasta ahora como genio tenía un componente humano y uno divino, parece que en Dalí son uno sólo. Él no nace con el genio sino que él ya es genio.

Debo seguir remarcando que no reniego de otros artistas. Soy capaz de ver la grandeza en decenas de ellos. Nuestra percepción artística no sería nada si no hubiéramos pasado por la perspectiva renacentista, por la realeza de Rubens, por el tremendismo de los románticos y por tantos elementos claves de la Historia del Arte. Pero lo que aquí se está debatiendo no es algo histórico sino filosófico. ¿Qué diferencia hay entre Goya y Dalí, si los dos podrían ser entendidos como genios? Me cuesta llegar a expresarlo pero creo que es precisamente esa posición del genio. Puede que a Goya le susurrara un ángel terrible en la oreja pero Dalí lo tiene en sus entrañas. Ahí está. El genio no se limita a estar en él sino que lo es; es un genio porque hace de él su propia obra de arte.

Reflexionando sobre el genio, llevo años intentando encontrar a alguien al mismo nivel que Dalí. Cuando me adentré en el mundo de Warhol empezó a aparecer esa genialidad. Y por un tiempo creí que él también era genio. Pero algo no me encajaba. Creo que lo que en Warhol falla es que reniega de esa capacidad. La extrema superficialidad en la que vivía lo hizo desinteresarse por el genio. A pesar de que estoy seguro que muy pronto supo que lo era. Además, hay otro hecho que me desestabiliza al intentar igualar a Warhol con Dalí. Viene a ser que el surrealista es anterior al progenitor del Pop Art. Quizás sólo puede haber un genio y lo es el que llega antes. ¿Y por qué no Frida, un genio femenino? Puede que ella no lo supiera. Incluso puede que se lo negara.

Sea como fuere, la realidad actual nos demuestra que no hay genio alguno entre nosotros. Con el fin del arte, hecho del que estoy totalmente convencido pero que no me pararé a desarrollar aquí, no se ha dado lugar para otro genio. Tal vez sólo puede haber un genio o acaso no nos hemos dado cuenta de otros. Por lo menos yo, repito, no soy capaz de encontrar ninguno más. Quizás lo que todavía no sé es qué es el genio y por ello no sé a quién estoy buscando.


Charlie W.

Os dejo con la entrevista a Salvador Dalí en el programa "A fondo" (1977) de TVE que ilustra muy bien a lo que me refiero cuando le llamo genio.