domingo, 9 de marzo de 2014

Mujeres artistas: una revolución inagotable

«Los discursos que nos oprimen muy en particular a las lesbianas, mujeres y a los hombres homosexuales dan por sentado que lo que funda la sociedad, cualquier sociedad, es la heterosexualidad. […] Estos discursos de heterosexualidad nos oprimen en la medida en que nos niegan toda posibilidad de hablar si no es en sus propios términos y todo aquello que los pone en cuestión es enseguida considerado como “primario”. […] Estos discursos nos niegan toda posibilidad de crear nuestras propias categorías. Su acción sobre nosotras es feroz, su tiranía sobre nuestras personas físicas y mentales es incesante.»

De una forma tan contundente, Monique Wittig presentaba al mundo su idea acerca del pensamiento heterosexual imperante en los años 90. Su obra teórica es fundamental dentro del mundo feminista y del movimiento queer. Lo que nos viene a afirmar es que todo aquel que no sea hombre y heterosexual no tiene lugar ni en la sociedad ni en el pensamiento. Todo está conformado mediante estos dos parámetros. Podríamos llegar a incluir que este es, con toda seguridad, blanco, occidental y de clase media o alta, pero estas otras cuestiones no son el centro de interés de hoy. Wittig habla de desprenderse del lenguaje opresor, de buscar la forma en que la sociedad sea totalmente igualitaria. Se deben reformular los conceptos para que los individuos marginados históricamente tengan un lugar digno en la sociedad.

Particularmente, yo no incluiría a Monique Wittig dentro del movimiento feminista porque su pensamiento va más allá, pero sí entronca –y me sirve de pretexto, todo sea dicho– para presentar a las tres artistas de las que quiero hablar hoy. Con motivo del Día Internacional de la Mujer, me ha parecido oportuno dedicar esta entrada a aquellas que, con su arte, lucharon por la visibilidad de las mujeres en la sociedad. No fueron las primeras, eso es cierto. Sería descabellado no pensar en Frida Kahlo y Louise Bourgeois o, incluso, retrocediendo, hasta Berthe Morisot, Artemisia Gentileschi o más allá de ellas, desconocidas para mí. Todas, en mayor o menor grado, tuvieron la intención de que el arte fuera también para las mujeres. Pero las artistas que hoy nos ocupan vivieron una lucha encarnizada, directa, revolucionaria. No vengo a hablar de feminismo, vengo a reconocer el papel primordial de tres artistas que hicieron del arte su palabra.

La primera mujer y artista de la que quiero hablar es Martha Rosler. En concreto, de su obra más famosa: Semióticas de la cocina. Parodiando a las mujeres, Rosler se puso ante una cámara y durante unos minutos fue presentando los diferentes elementos de la cocina con rabia contenida. A mí siempre me ha parecido la parte oculta de la mujer americana. En apariencia es esa dulce Dolly o esa adorable Judy que aguarda en casa a que llegue su marido, rezando porque le guste el puré y no se lo tire a la cara. Pero por dentro es un león que desea abalanzarse sobre el cabrón que le ha jodido la vida y arrancarle la cabeza de un mordisco.

Martha Rosler
Semióticas de la cocina
1975

La propia Rosler afirmó que «cuando la mujer habla, da nombre a su propia opresión». Es la misma idea condenatoria de la que posteriormente hablaría Wittig. Las mujeres, encerradas en casa, en la cocina, al cuidado de los niños, al servicio de los maridos. Las mujeres, bien vestidas, peinadas y aseadas, con una sonrisa complaciente. Las mujeres, oprimidas, mancilladas, silenciadas, vejadas y olvidadas. Rosler les dice a las mujeres que ya basta de olla y cuchillo, que ya basta de agachar la cabeza.

Otra de las artistas que intentó dar voz y palabra a las mujeres fue Barbara Kruger. El hecho de trabajar habitualmente –y sobretodo en la etapa de los 70 y 80, donde nos vamos a centrar– con el cartelismo del pop art, ha provocado que su obra esté tan asumida que muchas veces pueda pasar por alto el mensaje sin llegar a calar. Culpa de la sociedad de consumo, por supuesto. Su obra, en esta época, acostumbra a seguir unos mismos patrones fácilmente reconocibles con aquello que está diciendo. Usa un lenguaje propagandístico directo, claro y cortante. La cultura heterosexual dominante había desmerecido el papel de las mujeres artistas y Kruger quería reivindicar el lugar que les tocaba, al mismo tiempo que se quejaba del clasismo, el consumismo o la libertad del ser en el mundo. La mujer en sí misma es un campo de batalla.

Barbara Kruger
Untitled (We don't need another hero)
1987
Por último, con una efímera vida pero con una obra de impacto en pro de la mujer, encontramos a Ana Mendieta. Fue capaz de fusionar el land art con el body art, llegando a unirse ella misma con la Naturaleza. Ana va a lo más primitivo del cuerpo y a la zona más mística del alma, seguramente por influencia de la santería cubana. Sus obras siempre tuvieron un vínculo entre lo físico y la Madre Tierra, haciendo que la sangre y el barro fueran una misma cosa. Ahora, toda su obra se encuentra documentada y encerrada en galerías. Pero sigue ahí, impregnando la Tierra, como si hubiera querido dejar esas marcas para quedarse siempre. Lo que hizo Ana fue reivindicar el poder de la mujer unida a esa gran madre capaz de dar vida y muerte, aquello que va más allá de lo material en los ríos, prados y montañas y que, de alguna forma, únicamente tienen las mujeres.

Ana Mendieta
Siluetas (Serie)
1973 - 1989
Siendo tan distintas, Martha, Barbara y Ana son tres ejemplos de cómo las mujeres artistas decidieron reivindicar su papel en el mundo. A partir de ellas podríamos encontrar y destacar a otras muchas que también consiguieron algo con su arte. De alguna forma, ellas fueron el precedente del gran trabajo que a día de hoy hace FEMEN para que las mujeres dejen de ser un objeto sin opción a pensar. Son tan sólo un colectivo de los muchos movimientos que buscan que la mujer decida por sí misma. Al igual que la banda punk Pussy Riot, el colectivo Pornoterrorista o Itziar Okariz, de la cual espero poder hablar algún día. Las artistas, al igual que las filósofas, las científicas o las políticas han puesto su grano de arena en la visibilidad de la mujer y en su representatividad. Pero que tampoco caiga nunca en el olvido aquello que también hacen las panaderas, las vendedoras, las dentistas, las limpiadoras o las periodistas. Es algo que han hecho ellas. Y también es algo que debemos hacer todos y todas.

Charlie W.

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