domingo, 2 de marzo de 2014

Apuntes a “¿Quién bloquea el diálogo artístico?”

Hace unas semanas, inspirado por la obra de Juan Muñoz, intenté crear un discurso acerca del bloqueo del diálogo artístico. Observando La naturaleza de la ilusión visual pude intuir que el público acostumbraba a no saber comportarse ante una instalación. Hay artistas que elaboran propuestas que necesitan de la respuesta del espectador, que se crean con la intención de que este toque, sienta, actúe. Con el arte contemporáneo se rompió la barrera entre obra y persona, de forma que se podían establecer diálogos entre las dos. Atribuí la nula respuesta de la gente ante la obra que he citado anteriormente a la simpleza mental que está adquiriendo la sociedad. Pero quizás no es suya toda la culpa.

El pasado jueves tuve ocasión de visitar las creaciones de Ernesto Neto en el Museo Guggenheim de Bilbao. La propuesta era atrayente, a la par que curiosa: el artista pretende que sus obras se atraviesen, se habiten, se sientan, para que el espectador experimente con su propio cuerpo aquello que puede haber en común a todos los seres humanos. Considero que es complicado intentar sacar los instintos primarios al público actual pero como me atrevo con todo, supuse que algo debería extraer de la visita.

Ernesto Neto
El cuerpo que cae femenino
2006
Nada más llegar, la exposición ya parecía haber cumplido con lo que decía: una enorme masa de tejido blanco se desprendía desde el techo del atrio, como si litros de pasta de dientes cayeran sobre el museo. El espectador podía tumbarse en unas hamacas y mirar hacia el techo con unos prismáticos, supongo que para enfatizar el sentido de caída y para adentrarse más en la obra. Listo, ¿no? Ya está. Es una forma fácil de atraer a los visitantes a ver la exposición desde otra perspectiva. Ernesto Neto lo estaba poniendo fácil y a mí me pareció que la cosa funcionaba. De momento.

Mis expectativas eran demasiado altas. En el piso superior del Guggenheim, las salas se inundaban con los tejidos de ganchillo de Ernesto Neto, con esa obsesiva tendencia del museo por ocupar todo el espacio, correspondida, por supuesto, por la exposición. Con Tambor, se pretendía que los visitantes utilizaran los instrumentos musicales distribuidos por la sala. Pero nadie hacía nada. El público se limitaba a entrar, rodear el piano central y volver a salir. Aquí está. De nuevo, nadie se atrevía a tocar la obra. Así es como se pierde el sentido. En el momento en que la mano del espectador debe entrar en contacto con la creación artística, se produce un bloqueo, como si hubiese un temor a hacer algo indebido. Esto también lo comprobé en otra de las salas, en La casa de los sueños, cuando se permitía entrar en una construcción de tela y los espectadores evitaban cualquier contacto con las paredes. Se me hace difícil comprender cómo se siente el público incapaz de formar parte de la obra en un caso como este mientras que ante una obra como Las Meninas, por ejemplo, prácticamente se pelean por estar a centímetros de ella.

Ernesto Neto
Tambor
2010
Pero en la siguiente sala descubrí que no todo era cosa de los visitantes. Ahora se proponía algo dinámico: en un espacio delimitado se repartían diferentes objetos que cualquiera podía llevarse si dejaba otro elemento a cambio. Bien, es un gran acierto. A la gente le encanta este tipo de cosas. Pero creo que al museo no tanto. Mientras que Ernesto Neto proponía un trueque libre, los carteles de la exposición avisaban de que sólo podía hacerse el intercambio a través del personal del museo y en los días señalados. ¿Qué sentido tiene, entonces, romper la interacción? ¿No se supone que el artista está dejando rienda suelta a los visitantes? Al inicio de este sensorial viaje se nos había anunciado que se pretendía descubrir lo común en todos los seres humanos. Yo entiendo, por tanto, que en todos está la capacidad de dejar y llevarse objetos sin que pueda romperse el desarrollo de la obra. De hecho, la propuesta del artista ni siquiera necesita de la intervención de este. El público pasa a ser el creador pero la institución no le deja.

Por tanto, ¿cuándo descubrí que la exposición podía funcionar? En Cielo bosque. Un gran número de cojines colocados en círculo rodeaban un pequeño grupo de velas encendidas. 

Ernesto Neto
Cielo bosque
2013
La sala tenía una esencia chamánica escondida. Sólo saldría a la luz cuando la obra se pusiera en marcha. ¡Y sucedió! Una pareja decidió coger los instrumentos que habían repartidos por el espacio y, sin mucha idea de lo que hacían, se pusieron a tocar. Por fin tenía sentido. El público estaba actuando libremente, como les había permitido el artista, sin miedo a hacer algo que disgustara al personal del museo. Ernesto Neto había creado algo con un carácter que tiende a lo sublime. Hay algo muy mágico que invade la sala cuando el público hace sonar la música. Y estoy seguro de que es eso lo que quería el artista.

Ernesto Neto
Nave útero Capilla II
2013
El último espacio tenía que ser la guinda que confirmara lo que llevaba pensando durante toda la exposición. En esta ocasión, la obra podía invadir al público. El universo que se había ido observando se unificaba ahora en un mismo lugar. Los visitantes podían entrar en una sala construida en su totalidad a partir de piezas de ganchillo. Pero la interacción tenía un control excesivo. Una larga cola vigilada por dos sargentas del museo volvía a romper el diálogo entre la obra y la persona. ¿Qué necesidad hay de administrar al público de esa forma? Ernesto Neto está dejando a los visitantes una libertad para actuar en comunidad, unos con otros, que el museo no está permitiendo. ¿Quién tiene más miedo aquí? Porque no es otra cosa más que miedo. A deteriorar la creación artística, a tener que pagar un posible destrozo, a enfadar al artista con lo que pueda suceder, a aparecer en los medios de comunicación con una mala crítica, a ser mal mirados por los demás, a actuar conforme a lo que creemos oportuno. Lo que realmente nos debería dar miedo es que nosotros mismos podamos llegar a coartar la libertad que nos ofrece el arte.

Charlie W.

No hay comentarios:

Publicar un comentario